jueves, 18 de diciembre de 2014

TEMA: “Diversidad cultural”.
TITULO: Principales tradiciones y costumbres de las comunidades de San Sebastián Del Sur Y Unión de Guadalupe.
 MATERIA: Taller de Lectura y Redacción I.
PROFESOR: Genaro Peregrina Guerrero
ALUMNAS:
-        Alvares flores  Alicia Jannette
-        Bernabe Vázquez Liliana
-        Fermín Bernardino Norma Angélica
-        Vargas Contreras Alma Lizeth
-        Vargas Mejía Briseyda
Colegio De Bachilleres Del Estado De Jalisco
GRADO:
GRUPO: B
TURNO: matutino.
San Sebastián Del Sur, Jalisco
FECHA DE ENTREGA: 19-12-14

Índice
Portada
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1
Collage
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2
Contraportada
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3
Índice
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4
Introducción
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5
Danza de los Tololos y las Coloradas
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6
La Calendaría
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7
Semana Santa.
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7
Santa Cruz
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8
Corpus  Christi
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10
Independencia
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11
Día de muertos
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13
Virgen de Guadalupe.
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14
Navidad
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15
Reyes Magos
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16
Conclusiones
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18
Anexos
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19
Bibliografía
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    22

Introducción
Este trabajo se realizó por alumnos de primer semestre de educación media superior con la intención de conocer las costumbres y tradiciones principales de las comunidades de Gómez Farías Jalisco y Unión De Guadalupe.
De esta manera tenemos presente lo que nos identifica como comunidad y lo que por años se ha resguardado.
Estas costumbres y tradiciones completan a nuestro país ya que existe una diversidad mui extensa, con tanta pluralidad que viene a hacer uno de los más completos del mundo entero, ya que en ellas se encierra la libertad, de cultos, deportes, mitos, leyendas, cantos, arte, danza entre otros.
La cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos y caracterizan a una sociedad o un grupo social.
La cultura se expresa por medio de actos materiales, como puede ser festividades, alimentos, vestimenta, artesanías, pero también mediante actos simbólicos, como creencias, valores, normas, principios.
La cultura es una expresión mui clara de los significados construidos por las prácticas sociales, es decir, la cultura es portadora y constructora de significados.
Las tradiciones de Gómez Farías Jalisco son los días 19 y 20 de enero, en esos días se bailaba a nuestro Santo Patrono San Sebastián acompañado de su guardia de tololos y coloradas y de la gente del pueblo que lo venera.
 La tradición de Unión De Guadalupe es el día 12 de diciembre, en este día se llevan a cabo mañanitas, se hacen varias misas al día en honor a la Virgen De Guadalupe ya que es la Santa patrona de la comunidad. De distintas comunidades asisten danzas para representar sus magníficos bailables.
Las tradiciones son las que se rigen por el calendario católico, aunque conservan aspectos de origen prehispánico. Esto se debe a los valores religiosos cristianos fueron impuestos por la conquista. Como manera de preservar las costumbres religiosas. 

"Danza de los Tololos y las Coloradas"
La danza de los tololos y las coloradas está relacionada con el ciclo de moros y cristianos, las cuales son danzas producto del sincretismo de la tradición hispánica donde se escenifica la lucha entre cristianos y herejes, que al trasplantarse a las tierras recién conquistadas en el nuevo mundo se convierten en la lucha entre españoles e indígenas. La representación de los moros y cristianos, traída al continente americano por los conquistadores españoles tuvo un mestizaje con alguna danza prehispánica de carácter guerrero.
 Fueron implantadas por los misioneros, y se representan desde la época virreinal con múltiples variantes. Con toda seguridad los misioneros franciscanos enteraron a nuestros indígenas de sus relaciones con los árabes musulmanes, costumbres, influencias, derrotas, victorias, reconquista, etc., y de allí tomaron lo de cristianos y moros, representándolo en danzas donde se simulan combates encarnando el bien y el mal, realizando esto como parte de sus estrategias de aculturación y evangelización cristiana, durante las festividades religiosas en honor a los santos patronos de la población. En esta población San Sebastián del Sur que tiene como santo patrono a San Sebastián mártir desde la época colonial se realizó una singular asociación de la España de moros y cristianos con la Italia de San Sebastián mártir y sus guardias romanos, adoptando a los cristianos y moros como soldados en paz y danzantes de San Sebastián mártir, dando a sus integrantes el nombre de “tololos” y a sus esposas el de “coloradas”, formando dos grupos o cuadrillas, teniendo cado uno un jefe con el nombre de “cristiano” y “moro” respectivamente.
En los eventos de reparto de décimas, peregrinación, desfile de carros alegóricos y por supuesto en la veladas del 19 y 20 de enero, los cargueros y sus cuadrillas mantienen el siguiente orden o formación en el contingente: los capitanes-cargueros al frente de las cuadrillas acompañados y asistidos por sus padrinos, el cristiano a la derecha y el moro a la izquierda, seguidos de los tololos en fila encabezados por los punteros con su respectiva pareja de chirimía y tambor, las coloradas encabezadas por las madrinas (antiguamente iban en fila por adentro a la altura de los punteros acompañando a los tololos, al bailar los tololos dan vuelta hacia afuera y las coloradas hacia adentro) y después custodiado y cargado por los guardias y vigilado por las capitanas el carrito-altar de San Sebastián peregrino con la otra pareja de chirimía y tambor, toda la comitiva coordinada por los tlayacanquis de los cargueros. (Ver anexo 1)


"La Candelaria"
La fiesta de la Candelaria se celebra el 2 de febrero; aún queda el olor a ramas de pino ya seco. La fiesta arranca de la antigua tradición hebrea de la purificación de toda mujer después de un parto que habla de que cuarenta días después del nacimiento de un hijo, la madre iba al templo, llevando un cordero o una paloma para sacrificarlos. Una vez consumado el sacrificio, la mujer quedaba limpia de su “impureza legal”, María, como era pobre llevó dos tórtolas.
En oriente y al principio también en occidente, la conmemoración más importante era la del encuentro de Jesús con Simeón y ya desde el siglo V se tienen noticias de la celebración en Palestina de este acontecimiento por medio de una procesión con velas o candelas.
En la creencia popular lo importante de esta fiesta, es haber nombrado como padrino o madrina a la persona que el día de Reyes, dentro de su pedazo de rosca encontró el muñequito; esto además de lo ya mencionado lo compromete a dar en esta fecha la merienda que consiste por lo general en tamales de dulce y chile, acompañados de champurrado. Y para apagar la sed una rica agua fresca hecha con naranjas, ciruelas pasas, cacahuates, betabel y jícama y para adornarla un poco de lechuga picada.
Con esta celebración terminan las fiestas de la Epifanía. (Ver anexo 2)

“Semana Santa”
Semana Santa o “Semana mayor” como se acostumbra nombrar, era tiempo y aún lo es para gran número de creyentes en que se descartaban paseos y fiestas, en que latía un espíritu de recogimiento, en el que no podían faltar los ejercicios espirituales o días de retiro; costumbres y prácticas que con el tiempo se han ido olvidando.
La Semana Mayor empieza el Domingo de Ramos, que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Es una constante curiosa entremezclar lo cristiano con algunas reminiscencias de sabor pagano por ejemplo colocar palmas, una vez benditas, en puertas y cabeceras de cama, para su protección. En algunos lugares se acostumbra intercalar ramos de romero, que, según se dice, alejan las tempestades.
El jueves Santo, día que se celebra la institución de la Sagrada Eucaristía durante el acto conocido como la “Ultima Cena”.
Viernes Santo, día de luto. Durante todo el día en los templos, los fieles rezan y todas las imágenes se han retirado del altar o han sido cubiertas, quedando exclusivamente la “Virgen”, a la que la gente acompaña en su dolor.
Las diversas procesiones que en este día se siguen verificando en distintos lugares del país, poseen una innegable reminiscencia de los pasos andaluces, al llevar en andas grandes esculturas que representan la crucifixión de Cristo con la cruz a cuestas y de su Madre en su advocación de la Virgen de la Soledad.
Antes, el Sábado Santo los festejos populares terminaban, alegres y estruendosos, con la guerra de los judas.
Durante todo el día, los vendedores ambulantes pregonaban su mercancía de figuras, un tanto surrealistas, de cartón pintando y provistas de hileras de cohetes que a veces se alternaban con golosinas y cigarros que se salían disparados por los aires, ocasionando que los espectadores se lanzaran a su captura.
los grandes almacenes quemaban judas frente a sus establecimientos. Son pocos, actualmente, los que siguen esta costumbre, y el vendedor de judas es una figura popular más, que se va extinguiendo.
La culminación de la Semana Santa es el Domingo de Resurrección. Sonidos de campanas anuncian la fiesta más grande de la Iglesia: La Resurrección del Señor.       (Ver anexo 3)

“La Santa Cruz”
El tres de mayo es la fiesta de la Santa Cruz; celebración antiquísima que tiene sus raíces en el hallazgo del madero en que muriera Cristo y que se según la historia ocurrió en el siglo Cuarto de nuestra Era.
La fiesta de la Santa cruz tiene mucho arraigo en todo México. En ocasiones podrán no vivirse algunas festividades, pero ésta, “llueva o truene” no deja de llevarse a cabo. En los altos edificios o en las más modestas construcciones, siempre en ese día se pueden observar todos aquellos preparativos que culminarán en la gran fiesta de la construcción.
Ingenieros, arquitectos, maestros de obra, peones “chalanes” y todos los que intervienen en esas obras hay fiesta. Al parecer, el festejo de la cuchara y la mezcla, se inicia desde los albores de la Colonia, en tiempos de fray Pedro de Gante. Había en la Nueva España y en lo que constituye el Centro Histórico de la Ciudad de México, una serie de iglesias y capillas dedicadas a la Santa Cruz, en el ámbito de lo que fueran Barrios muy populares.
Es pues fácil derivar de aquí la idea de que los abundantes albañiles o “trabajadores de obrajes” de la época, veneran con especial devoción a la Santa Cruz, ya que incluso algunos pertenecían a una cofradía que llevaba su nombre. Lo cierto es que el tres de mayo, los obreros de la construcción “tiran la casa por la ventana”. Actualmente casi se ha perdido todo vestigio religioso, restando el predominio de un festejo paganizado. De cualquier manera, es un hecho que los albañiles, en ese día lucen sus mejores galas.
Son ellos mismos los encargados de preparar la tradicional barbacoa. Para tal efecto, uno se encarga de comprar el borrego, y otros, de prepararla, mientras se cuece los animados albañiles instalan una improvisada mesa a base de tablones de cimbra. No falta un buen mantel que da realce a los folklóricos platillos que ahí se van a servir. En muchos lugares aún sale a relucir el “pulque” y los curados de frutas. Hoy, la mayor parte de los veces, el pulque se ve suplido por cerveza. Ambas bebidas, son las culpables de que la asistencia al trabajo del día siguiente se vea diezmado, ya que todos acaban bastante “alegres”.
En la mesa se pasan de lado a lado, los platos hondos de barro con salsa borracha, muy bien hecha con su chile tostado y molido, más sus ajitos, un buen chorro de pulque, cebolla picadita y queso rallado. Sobre la mesa, alteros de tortillas recién hechas y envueltas en servilletas. Al centro, una enorme cazuela de arroz.
No tardan en llegar los músicos y la animación llega al clímax. Al anochecer, los compadres se acompañan muy abrazados al hogar respectivo. Unos cuantos prefieren pasar la noche en la obra, haciéndole compañía al velador.                            (Ver anexo 4)

“Corpus Christi”
La fiesta del Corpus se remonta al siglo XIII. La instituyó para su diócesis, en 1242, el obispo de Lieja, pasa a la Nueva España, donde hasta la segunda mitad del siglo diecinueve la festejaban todas las autoridades civiles, militares y religiosas, participando, pero no obstante, quedaron firmes en el arraigo popular.
Es el pueblo quien, en muchas ocasiones sin saber a ciencia cierta el por qué, continúan sosteniendo las tradiciones, cumpliendo fielmente con cada rito y cada ceremonia; es razón suficiente el que sus antepasados lo hayan hecho para que perseveren en ellas.
Los prehispánicos en sus ritos paganos, llevaban ofrendas a sus dioses, para que les propiciaran buenas cosechas. Dentro de las celebraciones del cristianismo al que fueron convertidos quedaron y quedan ciertos elementos de sabor ancestral. Uno de ellos las ofrendas de flores y frutas llevadas a la iglesia, junto, incluso, con los instrumentos de labranza y hasta los animales de tiro, acercados allí para ser bendecidos. Las remotas costumbres suelen sobrevivir intactas o parciales. Las relativas al Jueves de Corpus, hoy han quedado reducidas casi solamente, a llevar a niñas y niños pequeños, ataviados como inditos, rememorando tal vez, a los indígenas que asistían al templo en esa fecha, para implorar ayuda para sí y sus animales.
Los pantaloncitos y la camisa bordada en brillantes colores, o las falditas bordadas acompañadas de un reboso, que van a ser el básico atuendo de los chiquitines, los diminutos huaraches y el complemento indispensable del pequeño huacal y el sombrero de petate, los niños pequeños van a quedar convertidos en graciosos inditos. Las niñas con sus trenzas restiradas y entretejidas con estambres convertidas en gentiles inditas, al cuello lucen sartas de collares, llevan en la mano frágiles jaulitas o canastas donde pían desconsolados pollitos recién nacidos, que, merced al ajetreo del día, apenas sobreviven.
Si esta fiesta en todos lados de México se ve iluminada con el colorido del folklore mencionado, cabe destacar el especial lucimiento que presenta la catedral metropolitana. El inmenso atrio acoge esa multitud de niños, fieles y curiosos que se arremolinan a las entradas, y al repique de campanas salen volando de las torres, bancadas de palomas.
Entre los múltiples vendedores ambulantes, destacan los de los puestos de mulitas, las hay de todos tamaños, la mayor parte con sus cuerpos y patas de carrizo; pero también hay mulitas de barro y de vidrio, con huacales rebosantes de estilizadas frutas. Son particularmente populares las mulitas miniatura, prodigio de curiosidad y paciencia, montadas sobre un alfiler. ¿Y cuál es el origen de estas simpáticas mulitas? Tal vez arranque del recuerdo de las jornadas de los arrieros, que transitaban con sus recuas por toda la República, llevando las más diferentes cargas en calidad de primicias, para entregar a sus parroquia; depositaban allí los costales de maíz o de chiles, o quizás algún rosado lechoncito. Y una vez cumplido su compromiso, recibían una especial bendición para sus futuras cosechas.              (Ver anexo 5)

"La Independencia"
Como parte del folklore nacional, en todo el territorio brotan las bengalas que con sus brillos iluminan alegres el cielo que envuelve a una de nuestras más importantes fiestas patrias. Brillantes chispas van cayendo a lo largo de este simbólico mes, que encienden con festejos pueblos y ciudades en todas sus calles principales, las cuales se engalanan con banderas, cadenas de papel o hileras de focos tricolores. Cuando es posible, los artesanos electricistas realizan, representando sobre fachadas de edificios públicos, símbolos patrios o incluso las propias figuras de los héroes nacionales.
La noche del 15, en zócalos y plazas de toda la ciudad, se forma un conglomerado lleno de animación, que toca cornetas de cartón, lanza serpentinas, confeti y luce exagerados sombreros de palma, rebozos y jorongos. Esta es una fiesta netamente popular para festejar “el Grito de Independencia”.
En la capital, la gran reunión se celebra en la Plaza de la Constitución a las once en punto de la noche se abre el balcón principal de Palacio Nacional, aparece el Presidente de la República, pronuncia las tradicionales y conmemorativas frases, inicia diciendo: “¡Mexicanos...!, y al final toca la histórica campanada, como lo hiciera el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, en el pueblo de Dolores.
Acto seguido, comienza el rugido de la multitud, que clama a México, para luego, como un gigantesco coro se entona el himno nacional. A las voces se suma el repique a vuelo de las campanas de la catedral, el estallido de los cohetes, y el silbido de los castillos, toritos y toda clase de luces artificiales que inundan el cielo de la noche.
En la verbena popular no pueden faltar los clásicos puestos de antojitos: allí están los humeantes botes de elotes cocidos y tamales; los comales donde se fríen quesadillas, sopes y enchiladas;
destacan en el menú, los imprescindibles chiles en nogada, con su típico aderezo tricolor del verde perejil, la blanca crema de nuez que los recubre, y los rojos granos de la granada.
Al clarear el nuevo día comienzan a distinguirse las siluetas de los barrenderos que tienen más trabajo que nunca, recogiendo de las calles los innumerables restos que fue dejando a su paso el regocijo popular. La multitud vuelve a reunirse, esta vez esparcida a los lados de las calles por donde va a pasar el “desfile militar”.
Se van sucediendo en interminable procesión, los destacamentos armados, la caballería, los tanques, los aviones de la fuerza aérea rasgando los aires, los marinos de vistosos uniformes, los cadetes del Colegio Militar y el heroico cuerpo de bomberos que siempre levanta a su paso entusiastas aplausos. Y mientras la gente disfruta el desfile, se ondean miles de banderitas y rehiletes
La parada militar empieza en el zócalo, frente a Palacio, desde donde lo contempla el Presidente de la República acompañado por los Secretarios de Estado y el Cuerpo Diplomático.
Lo último que queda en la retina del espectador de este festejo del 16 de septiembre, es la imagen de los charros que cierran el desfile, engalanados en su lucida vestimenta de botonadura de plata y sus hermosas sillas de cuero bordados en pita. (Ver anexo 6)

“Día de Muertos”
Luto y alegría, tragedia y diversión, sentimientos del mexicano que tiene miedo a morir, pero que a diferencia de otros pueblos, los refleja burlándose jugando y conviviendo con la muerte lo que ha dado lugar a diversas manifestaciones de arte, sin freno a la imaginación.
Los geniales grabados del maestro José Guadalupe Posada, que “reanima” a la muerte interpretando los sentimientos populares y convirtiendo en “calavera” lo mismo al presidente que al torero.
Año con año se acostumbra las también llamadas calaveras, versos en los que se ridiculiza a cualquier personaje vivo, de la política, de la ciencia o de las artes. La muerte es también tema de inspiración de canciones populares.
Esta fiesta en todas sus manifestaciones es más pagana que cristiana. El día 2 de noviembre es dedicado a los fieles difuntos por la Iglesia Católica y siendo los mexicanos casi en su totalidad creyentes, empiezan este día rezando por sus difuntos y acaban por brindar a su ¡salud!
Haciendo un poco de historia encontramos que se rinde culto a los muertos desde la época prehispánica; así vemos las ofrendas dejadas junto al difunto con todo lo que pudiera serle útil en su viaje para llegar al mundo de los muertos. Actualmente, as ofrendas son un rito respetuoso que se prepara para recordar a los que se han ido y que, según la creencia, regresan este día para gozar lo que en vida más disfrutaban, así, sobre una mesa se disponen platillos tradicionales: mole verde y rojo, calabaza en tacha, tamales, aguas frescas, todo esto lo adornan “calaveritas” de azúcar que llevan en su frente nuestros nombres.
Un papel muy importante en las ofrendas es el “pan de muertos”, que es un bizcocho adornado con formas de huesos hechos de la misma masa y espolvoreado con azúcar; resulta usual encontrarlos todo el mes de noviembre en las panaderías, las que por cierto están adornadas en estos días con pinturas efímeras en sus vidrieras y aparadores, otra expresión que no pasa inadvertida.
También el campo rinde culto a la muerte, pues en él se han sembrado multitud de semillas de flor de cempasúchil que florean para adornar las ofrendas; estas flores en jarros y floreros son imprescindibles y representativas de esta fecha.
No faltan los cirios encendidos en recuerdo de los ausentes y el copal quemándose en los sahumadores; esto es tan importante por la creencia de que son los aromas los que atraen el alma que vaga. La visita a los cementerios se hace una obligación. Toda la familia llega a la tumba de su ser querido, la llenan de flores y juntos comparten “su día de fiesta”.   (Ver anexo 7)

“La Virgen de Guadalupe”
Es indiscutible que una de las más grandes fiestas celebradas en México es el día de la Virgen de Guadalupe. Se trata de una Virgen morena que en 1531 se aparece en el cerro del Tepeyac a un sencillo indito, Juan Diego, el más humilde de sus hijos, para convertirse en la Madre de una nueva raza: “los mexicanos”,
Desde el momento en que deja su imagen estampada en la burda tilma de ixtle, la fe y devoción por la Guadalupana se ha mantenido por casi 450 años. Ella y sólo Ella, logra acoger con absoluta “igualdad” a pobres y ricos, niños y ancianos, enfermos y sanos, todos van a postrarse ante sus pies el 12 de diciembre.
Por difíciles que hayan sido las épocas en México, nunca se ha cerrado su culto. Ella sirvió como estandarte al cura Hidalgo en los inicios de la Independencia. Ella, unifica criterios, es el punto básico de unión entre los mexicanos. Para honrarla y agradecerle los favores recibidos se hacen innumerables visitas a la “Villa”.
Todos los años desde los puntos más lejanos del país se organizan peregrinaciones; son interminables filas de personas que por carretera vienen caminando para ver a la “Virgencita”, a pagar una manda ofrecida, a entregarle sus tributos, a presentarle al más pequeño de la familia….
Ver llegar a esos miles de peregrinos, sangrantes los unos, agotados los más, pero henchidos por el más profundo amor, es conocer a un pueblo que se entrega sin medida y espontáneamente a esta devoción.
En su honor se han hecho y se hacen las más bellas reproducciones; pintores famosos, como gente del pueblo, crean esculturas y cuadros hechos con infinidad de materiales como tributo de su devoción.
Algo que se ha convertido como obligado de la visita a la Villa de Guadalupe es disfrutar de los antojitos que se venden en los puestos, tomarse una fotografía, averiguar la suerte con los “pajaritos” que sacan el papel de una caja y comprar estampas y novenas.     (Ver anexo 8)

"La Navidad"
Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino… Cántico que se empieza a oír por todos los rumbos y que nos despierta el sentido que algo importante va a suceder. Para los que nacimos en México sabemos que han comenzado las posadas que son la preparación para celebrar la Navidad. ¿Qué aspectos emergen de nuestra nacionalidad mestiza para prepararnos para la Navidad?
Posadas, pastorelas, villancicos, nacimientos, piñatas y flores de nochebuena, son aportaciones tan nuestras que ya hemos querido olvidar sus orígenes. Aquel teatro medieval donde nació la pastorela como representación popular lo tenemos aquí y ahora en nuestras plazas, con el diablo picaresco que sopla malas palabras a esos inocentes pastorcillos que cantando villancicos van anunciando la gloria del Nacimiento del Niño Dios.
Pero quizá lo que más nos atrae es la posada; es decir, llevar a los peregrinos recorriendo el patio de la vecindad entre súplicas y negativas coreadas por esos versos aprendidos desde siempre: En el nombre del Cielo, os pido posada, pues no puede andar, mi Esposa amada….
Después llega el momento de romper la piñata y se ha tendido la reata, a todo lo ancho del patio o la calle que sabe que su fin se acerca, pues fue creada para desaparecer. Entre bamboleos, jalones y tirones es apaleada por algún niño a ciegas, en ésta su efímera vida.
Según relataba Fray Juan de Grijalva, la olla revestida vistosamente representa a Satanás o al espíritu del mal que con su apariencia atrae a la humanidad. La colación encierra, los placeres desconocidos que ofrece el hombre para atraerlo a su reino. La persona vendada, representa a la fe que se encargará de destruir al espíritu maligno; cuando por fin llega el certero golpe, hay una explosión de júbilo por haber vencido. Todos quieren algo del premio, es decir, la fruta de la estación con la que estaba rellena que resulta ser el logro de una gran aventura.
Truenan cohetes, suenan silbatos y se encienden luces de Bengala semejantes a mil estrellas en las frías noches de invierno. Entonces se reparten jarritos con humeante ponche de tejocotes y cañas, sin olvidar repartir los “aguinaldos” canastitas de palma tejida llenas de colaciones; confites que sólo encontramos durante esta temporada.
Pero donde el arte popular acude como en tropel es en la creación de magníficos nacimientos. Durante la Colonia “el misterio”, es decir, las imágenes de Jesús, María y José eran esculturas europeas, privativas de iglesia y conventos. La gente quiso llevar a su casa las imágenes que representaban el Nacimiento, y desde entonces recurren a materiales nativos, barro, palma, cera, etc., para modelar a sus peregrinos, imprimiendo en ellos su propia identidad.
Y llega el 24 de diciembre, es decir, Nochebuena o vigilia de Navidad, motivo de unión para compartir al “buena nueva”; a las 12 de la noche se celebra en todas las Iglesias la Misa de Gallo. Terminando así una más de nuestras fiestas con la consabida frase por todos lados escuchada: ¡Feliz Navidad! (Ver anexo 9)

"Los Reyes Magos."
El origen de esta costumbre se remonta a los misioneros españoles que llegaron a México durante el siglo XVI y es parte de la tradición católica, basada en el Evangelio según San Mateo que narra la llegada de tres magos venidos de oriente los cuales recibieron el mensaje de que nacería el Salvador y que debían seguir el camino que les marcara una estrella, esta los guío hasta un pesebre en Belén donde encontraron al recién nacido, los Reyes Magos le presentaron sus regalos que consistían en oro, incienso y mirra, tres productos muy valiosos en aquella época, y procedieron a adorarlo de rodillas al igual que los demás. En recuerdo de estos presentes, los niños de México reciben también sus obsequios cada año, en la misma fecha.
  Asociada a esta fecha tenemos la tradicional Rosca de Reyes, y consiste en partir la rosca que es un pan en forma ovalada adornado de frutas secas y que contiene en su interior dependiendo del tamaño uno o varios muñequitos de plástico que representan al Niño Dios, las personas que los encuentran quedan comprometidas a presentar el día 2 de febrero en la iglesia local al Niño Dios del Nacimiento de la casa donde se sirvió la rosca. Esta fecha se conoce en México como Día de la Candelaria, esta tradición ha perdido en algunas regiones su significado y ahora las personas que encuentran los muñequitos deben organizar una merienda que consiste en tamales, pan, chocolate o café. (Ver anexo 10)


Conclusiones.
En conclusión realizando este reportaje aprendimos que las costumbres y tradiciones de nuestro pueblo son importantes, tomando en cuenta que aunque no todos las practican somos identificados por ellas, nos llenan de conocimiento y de una gran cultura que siempre ha estado y estará presente.
Sones, danza, bailables son los que diferencian a una tradición de otra,
Además de que aprendimos que cada pueblo tiene distintas maneras de celebrar y de llevar a cabo los eventos que representan sus costumbres y tradiciones por ejemplo: como y quien las organiza, cuando hay misas, cuándo comienzan los novenarios, la quema castillos, los carros alegóricos etc.
Ahora conocemos la historia de estas costumbres y tradiciones que años tras años se han venido practicando y sobre todo el significado de cada elemento que interviene y las fechas en las cuales se comenzaron a practicar.
Así mismo las artesanías que distinguen a los pueblos como lo son en Gómez Farías los petates, sopladores, sillas en madera rustica y tejidas con tule, sombreros y canastillas.
Para nuestro punto de vista estas tradiciones son muy bien organizadas y en ellas participan la mayor parte de la población de cada comunidad además de la gran parte de personas que viene desde diferentes comunidades y hasta países a celebrar y a llevar a cabo estas tradiciones y costumbres que tanto nos identifican.

Anexo 1

 

Anexo 2



Anexo 3



Anexo 4



Anexo 5



Anexo 6



Anexo 7

 

Anexo 8



Anexo 9



Anexo 10




Bibliografía.
v  Libro de Inducción a las Ciencias Sociales de Samuel Cielo Canales y Samantha N. Zaragoza Luna, Bloque 5, página 127.